No puedo evitar su poesía tan íntima que extramuros de sí misma es familiar a mis emociones y supongo que a las de otros.
Ella explica muy bien esa sensación de inspirarse en un ente anónimo, lleno de referencias reales al que incluso poner nombre o cara pero no ser nadie y ser todos.
Ella os lo explica mejor...
OYEME
No blancos baptisterios florentinos,
no adolescentes ángeles, no el consentidor mármol
cuya turgencia explica, tan admirablemente,
las láminas lujosas: mi memoria, de pronto,
ha sido despoblada y una palabra única
salvé del exterminio.
Pero no llamo a nadie cuando digo "muchacho".
Aunque fiel perseguí por las cómplices páginas
del griego, la insolente hermosura
del joven Alcibíades, aunque lloré de amor
ante el nàufrago Shelley y por Mozart,
desventurado niño, tesoro delicado,
inundé de esplendor mis días de desdicha,
si yo digo "muchacho" no digo "sentimiento".
Quizás sí sensación, invencible arrebato
de vivir, tan ajena al minuto
que va a precipitarse, inconsciente,
bastándome el saber, tan sólo, que está aquí,
que él es mi momento.
Y si digo "muchacho" no te engañes, no creas
que intento suscitar recuerdos conocidos.
Yo no sé compartir la emoción o la música
pero digo "muchacho" para sentirme viva
y nombrar el instante en el que mientras bailas
-fugitiva la luz alunara y constela
los cuerpos sinuosos- tus ojos, apresados
en mi mirada, brillan.
Ana Rossetti

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