De la Serie Totalmente Expuesta
A mí me gusta seria. Pero aquí sonrío, me sonrío a mí misma a mi propio reflejo que es el mundo que me concedo ahora. Y me río porque me río de mí, de cómo puedo ser así y no de otra manera, tan imposible que ni yo entiendo. Me tengo que reír, no lo puedo evitar. Como tampoco podría evitar la noche.
O hacerme selfies y trenzas.
O escribir cartas, diarios y poemas.... Al día dedico a escribir.... Unas cuantas horas, si cuento lo que escribo a mano, a parte del teclado al que también me doy. Pero nada me gusta mas que la caligrafía y las plumas de todo tipo, sentir la textura del papel, la tinta que se desliza, como los palitos de las letras pueden estilizarse y la hoja llegar a ser un náutico plagado de mástiles.
De dónde saco el tiempo.
Soy una draculina, no quería desvelar mi condición de vampiresa, pero no me queda otra si quiero explicarme. Pero estoy en baja forma, a pesar de haber encontrado un sustituto fantástico a mi dieta sanguínea, el Nesquik de fresa. Está rico pero me deja floja.
Yo soy la liebre. Mi padre me lo ha dicho siempre. Liebre.
Y ahora os voy a transcribir un poema del año 2000, que fue muy divertido y nutriente, entonces sí que mordía cuellos sin complejos de madrugada, se me ofrecían en las avenidas, los parques... Tiernos cuellos a placer de una vampira demasiado inocente, me puse las botas, eso sí. Y aún no he encontrado error a la inconsciencia que siempre es una plaza más amplia que la rectitud. Pero voy a escribir el curioso poema del 2000 al que titulé
Something Different
La poca economía del poeta,
su falta de conciencia ecológica
le obliga a malgastar papel
poniendo un verso bajo otro,
dando luz blanca
a media página.
Puede que esa ausencia
tal vez sea
el verdadero poema.
Curioso para mí misma. Extraño que no hable de cinturas o armaduras, muslos o bocas. La erótica de mis poemas.
Pero vamos, a pesar de mis recurrentes temas me encuentro perfecta en otras variaciones, pero necesito seductores que me derritan el cerebro y le saquen chispas o fuegos artificiales, es entonces cuando soy Campanilla planeando sobre mis innatas estructuras llenas de sentido y carentes de puntuación porque una frase se puede extender hacia el infinito cuando las lenguas no quieren dormir ni por asomo debido al insomnio que se deriva del consumo de poemarios como un quehacer más del a diario que nos absorbe y a mí personalmente las palabras me pueden hacer perder la cabeza y por eso la perdí varias veces tras vendedores de humo que no sabían de mi vampirismo e inmortalidad.
Podéis respirar.
Me voy, llegó el final.
Lo que os he contado, no se lo contéis a nadie, por favor, no quiero que aparezca Van Helsing o uno de sus representantes a darme caza. Ellos aún no saben que soy la concubina de un príncipe rumano.
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